miércoles, 15 de enero de 2014

Pero cuando muere un poeta

A Don Juan Gelman (1930 - Ayer)
Un ingeniero se muere, deja un puente.
Entonces vamos y lo admiramos, ahí está él.
Decimos: qué bello puente, es tan resistente, ¡y qué moderno!
Y un pintor va y se muerte y deja un lienzo.
En Tal museo nos admiramos de su obra.
Contamos: qué inspiración, es tan firme ese trazo, ¡qué bello!
Lo mismo si se muere un médico o un inventor o un herrero:
queda una marca en algún sitio y ese es su legado.
Y partimos raudos a venerar su obra
en el exacto lugar en que haya quedado.

Pero cuando se nos muere un poeta es diferente:
sus palabras no adornarán una plaza pública sino a nosotros.
No las encontraremos en una cuenta bancaria y tampoco en un museo.
Tanto buscar una mirada, tanto acompañar al dolor.
Tanto perseguir imposibles a la luz de una vela sin pisar este suelo.
Nunca fue en vano para el poeta tanto rosebud y tanta quimera.
Y tanto canto, y tanto cielo, y tanta bondad, y tanto celo.
Y tanta sed, alma, muerte, fatalidad, dolor, consuelo.
El poeta pervive en su legado de palabras:
en nosotros quedan sus versos.

Leído en la apertura del programa 158.

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