domingo, 28 de febrero de 2016

Pasarán pasarán

Algunas nostalgias son pacíficas, o al menos
disimulan y con eso es suficiente.
Otras son crueles y se jactan pero no es grave,
después de todo son sólo nostalgias.
Cómo en aquel juego de niños, recuerdos
pasarán pasarán, pero el último quedará.
Y una pena más hará noche en la melancolía.

Leído en las aperturas de los programas 263, 348 y 473.

sábado, 20 de febrero de 2016

Mutaciones

Ciudad. Noche. Calma.

No parece el río de oficinistas,
la marea de oportunistas,
aquella oleada de locos apresurados,
ese maremoto de vehículos
que me embisten y empapan 
durante el agitar del día. 

No, es otra cosa. Diferente.

Es un desierto de asfalto,
un páramo de baldosas húmedas,
un baldío de bolsas diezmadas,
un yermo despojo peligroso
que escabulle sus incertidumbres
durante el silencio de la noche.

Leído en las aperturas de los programas 262 y 505.

jueves, 18 de febrero de 2016

Crack Bang Crash Boom

Bajo las escaleras.
Ruedo por ellas, más bien.
Y sigo cayendo.
Sin dejar de existir,
al menos hasta el próximo descanso.
La paradoja de estar vivo.
Rodar.
Detenerme.
Insistir.
Y revivir con la sola vista
de aquella puerta entreabierta.
Allí arriba.
Peldaño, escalón, grada,
estribo, paso, grado.
Una y otra vez
no importa cómo,
cómo los llame, me derrotan.
Y otra vez y una vez más, ruedo.
Para tener que
para poder ya
para necesitar ahora
recomenzar.
Los ruidos son fuertes.
Son ruidos como
de huesos rotos
o de disparos,
o de vidrios quebrados,
puede ser, sí.
O de mis entrañas detonando.
Escucho y me digo
sin terminar la frase,
que en otra ocasión
cuando tanto ruido no haya,
tal vez me pregunte
qué  habrá detrás
de aquella puerta
entreabierta.
Pero no me oigo.
Crack Bang Crash Boom...

Leído en la apertura del programa 265.

sábado, 13 de febrero de 2016

Dimensiones

Casi como en una experiencia en otra dimensión -ustedes disculparán la ilustración, típica de las sagas de ciencia ficción a las que soy aficionado-, vi mi accidente como si hubiera estado en ese momento fuera del cuerpo. De mi propio cuerpo.

En el momento mismo en que el ladrillo que un albañil descuidado dejó caer desde el segundo nivel me dio de lleno en la cabeza, pude verme a mi mismo en el suelo, ensangrentado. Curiosamente, lo primero que llamó mi atención fue la música que continuaba saliendo por los auriculares. Mi celular, como era de esperar, no se dio por enterado del incidente y continuó con su destino de playlist.

Noté entonces la salida presurosa de algunos obreros dispuestos a atenderme, aunque confieso que creí ver en sus rostros una preocupación mayor por las consecuencias legales del descuido que por mi salud, aunque tal vez sólo haya sido una impresión de mi yo en esa otra dimensión, un estado ciertamente novedoso para mi.

Mientras llegaba la ambulancia de la emergencia, comenzaron a atender a mi cuerpo tirado inmóvil en el piso, y yo -éste otro yo- me distraje mirando alrededor. La gente iba y venía, ocupados en sus asuntos. Una cantidad de ellos se alineaba frente a un cajero automático ubicado en la otra vereda, todos con notorio fastidio por la molestia del próximo feriado largo y distraídos con los números de las cuentas a pagar. Algunos metros más allá, una mujer joven había detenido el cochecito en un intento de calmar el llanto de su bebé. El mozo del café de la esquina miró desde lejos y siguió su camino rumbo a la siguiente mesa, no sea que se enfríe el café y el patrón se enoje.

Recordé entonces la letra de un conocido tango, y casi sin querer lo recité en voz alta: "...y el mundo sigue andando..." Y pensé, mientras notaba que mi cuerpo con el ladrillo en la cabeza seguía allí tendido sin responder, que poco importa lo que hace uno con su cabeza mientras no se interponga en las rutinas de alguien más.

Leído en la apertura del programa 260

sábado, 6 de febrero de 2016

Encariñamiento

He tropezado tantas veces con la misma piedra, que ella y yo nos hicimos amigos.

Y tan cortés es el trato que desde hace un tiempo nos dispensamos, que apenas me acerco ella se apura a saludarme.

Pero, a diferencia de lo que podría suponerse, ni siquiera su saludo opera como advertencia: no dejo de tropezar con la misma piedra cada vez.

Será que uno se encariña.

Leído en las aperturas de los programas 259, 317 y 510

lunes, 1 de febrero de 2016

Destronado

Sería, daría, querría, sabría.
Jamás una menos sin una más.
Escribir, escribir y leer, leer y dejar.
Volver y ver y dejar de no ver.
Destino seguro plantado en el suelo,
destronado para ser sin coronas.

Leído en la apertura del programa 261.