viernes, 30 de enero de 2015

Ojalá la pena

Ojalá la pena,
esa penosa rueda
que va de aquí allá,
me dejara afuera
de su penosa cuenta.
Pena que rueda eterna
sobre la misma pena.

Pena que rueda y rueda
sobre su eje pena,
pena de amor que duele,
duele eterna y se niega
a dejarme solo apenas.
Pena que rueda eterna
sobre la misma pena.

Pena que mi alegría llena,
la de tus ojos brillo
que de brillo juegan,
porque el no verte puebla
de pena dolor mi pena.
Pena que rueda eterna
sobre la misma pena.

Leído en la apertura del programa 213.

Reposo

Mi mano en tu mano,
mi cuerpo en tu cuerpo,
mi alma en tu alma,
mi aliento en tu aliento,
mis ojos en tus ojos,
mi calma en tu calma,
mi  sueño en tu sueño,
un delicado reposo, al fin.

Leído en la apertura del programa 211

sábado, 17 de enero de 2015

Pasillos

La función principal de un pasillo, se sabe, es la circulación. Lo que suceda allí siempre será historia. Una transitoria, ligera, efímera. Breve. Casi la nada misma.

Dos lugares que se precien de tales, por caso cuarto y recepción, o puerta de ingreso y asiento 23 ventanilla delante del ala, aprovecharán esa fugacidad con fines únicamente utilitarios: yo aquí, tu allá y el pasillo largo que nos une. Sólo eso.

Afortunadamente, existen excepciones. Como aquella vez en que salí del camarote para encender un cigarro y me distraje caminando por el pasillo alfombrado. Luego de observar los delicados arabescos durante un buen rato intenté recordar el número de mi cuarto, pero no pude. Eran tantas las puertas que me perdí.

Cuando finalmente lo encontré, conocía para entonces tantas historias como puertas había abierto en la búsqueda de mi destino. Confundí caras, reconocí enemigos, desperté amores y amantes, y coseché odios. Todo mientras buscaba mi puerta.

Debo confesarte que me asiste una cierta fascinación por los pasillos, tal vez por mi condición natural de errante, ya no de cualquier camino sino de estos rectos senderos ignorados.

Los hay oscuros y también luminosos. Y los hay largos y espaciosos o tan estrechos como para permitir el paso de una persona a la vez. También están los terroríficos como los del Hotel Overlook y los inquietantes, como los de un laberinto.

En fin. Quisiera volver al relato de aquella oportunidad en que me perdí a causa de la alfombra. Una de las puertas que abrí -juro que era idéntica a la mía, luego comprendí que era igual a todas- daba a un camarote a oscuras. Creí reconocer tu respiración y me tendí a tu lado. Luego hicimos el amor.

Cuando se abrió la puerta, tus gritos y la luz que alcanzaba a entrar alumbraron mi error. Cúlpese a los pasillos y a esta extraordinaria e irresistible fascinación que ejercen en mí.

Leído en la apertura del programa 214.

Loop

-No tengo ganas.
-¿Hoy no tiene ganas?
-No, y le adelanto que mañana tampoco tengo ganas. Y ayer, tengo menos todavía. No tengo ganas. Y punto.
-¿Y para cuándo estima que le volverán las ganas?
-No, yo ya no estimo. Dejé de estimar hace bastante tiempo, porque me faltan las ganas.
-Deberíamos entonces asegurar de alguna manera, que cuando le vuelvan las ganas podamos estar allí para certificarlo. ¿Por qué no me llena este formulario llamado "A cuenta de futuras ganas", así vamos disponiendo de ellas hasta que vuelvan por completo?
-¿Un formulario? ¿Para qué? Llenar líneas y más líneas con datos vanos nunca me convenció. Es más: ni ganas que me da.
-Entonces tendrá que acompañarme.
-No tengo ganas.
-¿Hoy no tiene ganas?
-No, y le adelanto que mañana tampoco tengo ganas. Y ayer, menos todavía. No tengo ganas. Y punto.
-¿Y para cuándo estima que le volverán las ganas?
-No, yo ya no estimo. Dejé de estimar hace bastante tiempo, porque me faltan las ganas.
-Deberíamos entonces asegurar de alguna manera, que cuando le vuelvan las ganas podamos estar allí para certificarlo. ¿Por qué no me llena este formulario "A cuenta de futuras ganas", así vamos disponiendo de ella hasta que vuelva por completo?
-¿Un formulario? ¿Para qué? Llenar líneas y más líneas con datos vanos no me convence. Es más: ni ganas que me da.
-Entonces tendrá que acompañarme.
-No tengo ganas, ¿no ve?

lunes, 12 de enero de 2015

Sombras y algodón

Amanece
entre sombras y algodón,
tu cuerpo.
Horizonte
exacto de sábanas y un cielo
sereno.
Dudo
¿el placer de mis ojos o
mis manos?
Revivo
los suspiros que anticipa mi fuente,
tu piel.
Reflejos
de tus valles y un río corriendo
hacia mí.
Memorizo
tus líneas y mis sentidos, todos,
te anhelan.

Leído en la apertura del programa 209