Se dice que había sido escrita por docentes que renunciaron en repudio al golpe militar de Onganía y la intervención de las Universidades Nacionales en 1966.
Sin dudas, una marca de compromiso muy fuerte, que sigue teniendo una poderosa vigencia hasta el día de hoy. Muchos, demasiados, quieren un desierto en nombre de la paz, quieren la destrucción, la desaparición -si, palabra fuerte para los argentinos que se niega, paradógicamente, a desaparecer del vocabulario cotidiano, justamente porque los que desaparecen no aparecen-, la cancelación, el silencio de quien piensa distinto.
Todo debate, cuando carece de la necesaria inteligencia, deriva indefectible e inevitablemente en la descalificación, generalmente de la mano del revanchismo, el odio y la intolerancia.
Destrucción no es paz. Silenciamiento no es paz. Anulación no es paz. Imposición por la fuerza no es paz. Tal vez deberíamos revisar la historia y encontrar el modo de construir sobre la inteligencia y no sobre los despojos de alguien más.
Leído en la apertura del programa 576