el primero, cuando se comenzó la marcha.
Momentos se sucedieron, uno tras otro
y allí, indeleble, la señal.
Uno tras otro, tan erguidos, potentes,
y una advertencia amenazante,
de no desandar el sendero.
Inútil advertencia de tontos,
no hay modo de deshacer la trampa.
Ir y venir, bajar y subir,
Detestar y amar y aun seguir.
Nada tan fuerte como esto que arde
cuando llama el horizonte.
Le dicen destino, pero no les creo.
Uno va sumando, y en la agonía cierta,
se hace imposible regresar.
Caminos, caminos y más caminos,
se cruzan, se abren, dan vueltas.
Nada puede ser igual
cuando persiste el deseo.
Nada deja de cambiar
cuando los pasos se abren en más pasos.
Y el cielo que luce igual, según parece,
pero se trata, lo sé, de una ilusión.
Leído en la apertura del programa 360
Leído en la apertura del programa 360
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