Observar a la calandria,
las alondras, las golondrinas
y al colibrí, tan libres ellos.
Detenerme a mirar aquella comunión
entre viento y alas,
a la dependencia mutua,
a ese deseo, tan parecido.
El del pájaro, de ser cielo,
el del viento, de saberse bello.
Y yo aquí, tan terrenal,
debería detenerme y anhelar alas,
abrir mis brazos y simular,
agitarlos y parecer un loco.
Pero solo sería el estallido de mi anhelo,
llegar al cielo con mis propias alas.
Leído en la apertura del programa 609
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