Acostumbrado yo a ver los enanos de jardín en casa de la tía Nely, aquello me pareció gracioso pero muy posible. El enano para mí pedaleaba, aún con el cable eléctrico tendido y conectado a la vista. Bendita sea la inocencia de la niñez.
Todo esto viene a cuento de que me levanté esta mañana y me miré al espejo. Lo primero que pensé fue, juro que sin intención, "enano, deja de pedalear, que te parió".
No creo que me haga caso.
Leído en la apertura del programa 442
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