Hablando de 1) paraísos se me va el 2) tiempo y ambos, se sabe, son subjetivos.
No me place abrir un debate sobre la identidad que cada uno le adosa a 1) pero tampoco sobre la que pudiera atribuírsele a 2), porque eso sería como discutir la cuadratura del círculo, el sexo de los ángeles o el ombligo de Adán.
Por eso al amor, ese especialista en multiplicar subjetividades, se le antoja en ocasiones relamerse en demostrar que el tiempo puede crear paraísos para habitar, y en otras delinear un infierno al que con gusto nos invitan a ponerle el contenido, cenizas incluídas.
Así es él, y del amor hablamos. Por esa sinrazón es que trae en el frente una etiqueta que reza: "Tómalo o déjalo", y la fecha de caducidad estampada en el fondo del envase, visible sólo cuando se acaba el producto.
En el obituario de algunos amores debiera decir:
"En el día tal del mes cual del año aquel murió el amor, aplastado bajo una enorme y compacta masa de objetividades. Sus restos serán velados entre las cartas que inspiró y las promesas que nunca cumplió."
Es probable que el tal obituario nunca se publique, pero de muchas formas y con pocas dudas sabemos que cuando muere el amor, es esa una muerte que se muere de a dos.
Leído en las aperturas de los programas 227 y 642
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