No sé en dónde la perdí, pero lo cierto es que me angustié mucho.
Era una pavada, sencillita, sin otro valor que el hecho de que me la regaló mi viejo antes de morir. Imaginate.
Cómo, efectivamente, desconozco el lugar en donde la perdí, comencé a caminar todo el tiempo mirando al suelo, a ver si la encontraba, porque en aquellos años mozos todavía creía en las casualidades.
No vi a mis hijos crecer, ni cuando perdí mi trabajo, ni cuando me abandonó mi mujer, ocupado como estaba mirando al suelo.
Ahora que estoy aquí en mi lecho sin poder ponerme de pié para buscar el dichoso objeto, empiezo a intuir que hubo mucho valioso cerca mío que no vi por mirar al suelo buscando lo perdido.
Tal vez el destino del tonto sea no poder mirar hacia arriba, ocupado como está intentando recuperar lo que por alguna causa perdió y ya no volverá a encontrar.
Leído en las aperturas de los programas 123 y 441
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por comentar. Tu mensaje quedará en espera de moderación y será publicado en breve, a criterio del autor del blog. Saludos,