Y cuando finalmente llegó a la Luna, comprendió que el combustible de su nave sólo se agotaría si dejaba de soñar.
A pesar de que la hazaña le llevó toda la noche, amerizar sólo le tomó sobresaltarse con el sonido del despertador.
Apenas abrió los ojos, se convenció de que la vida de aquel que levanta vuelo con el sólo impulso de su imaginación suele ser dura, aunque bastante satisfactoria.
Por eso se sacudió el polvo lunar de las medias, y se dio vuelta para seguir durmiendo un rato más.
Leído en las aperturas de los programas 114, 276 y 420
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