lunes, 28 de octubre de 2024

Fantasía en alquiler

Me citó en aquel bodegón oscuro del barrio, el de los vasos percudidos por mal lavados y manteles de papel. Ya conocía el lugar por haber saciado mil hambres allí, sellando siempre el menú abundante con el habitual postre de queso y dulce en porciones generosas. 

Cuando llegué, él ya estaba sentado a la mesa, una para dos comensales. Tenía sus manos sobre la mesa, crispadas, como si fuera a pegar un salto o a levantarse y arrojar la mesa contra alguien más. 

Al acercarme noté un brillo en sus ojos que me hizo dudar de quedarme, pero la curiosidad, sumada al tono ansioso que noté en su llamada telefónica pudieron más. Me saludó con su efusividad habitual y me invitó a sentarme a su lado, como buscando una pretendida intimidad de confidente y evitar que alguien más escuchase lo que tenía para decirme. 

-Pedite algo, me apuró

-No, recién comí. En una de esas más tarde me pido un café, se me ocurrio por toda respuesta. La intriga del convite no me permitió abundar en la cuestión y me llamé a silencio, esperando que fuera él quien abriera el diálogo, que desde el vamos anticipé, sería un monologo. 

-No sabés lo que tengo entre manos, una locura, arrancó

-Si, seguramente es una locura, pensé, pero no lo dije. No quise desanimarlo de entrada, pero de todos modos él no esperaba respuesta, porque me ignoró y siguió,

-Se me ocurrió al despertarme de un golpe en la cabeza, como al tipo de "Volver al futuro", ¿te acordás de la película? Bueno, algo parecido solo que no lo dibujé, lo tengo todo acá, dijo presionando su dedo índice sobre su sien. 

Y comenzó. Me habló largamente sobre la existencia de seres fantásticos y su encuentro con ellos. Elaboró una muy detallada lista de tipos, nombres y carácterísticas: dragones, elfos, ángeles, vampiros, hadas, licántropos, sirenas y un largo etcétera poblaban una improbable e interminable lista. Me aseguró enfáticamente, que vislumbraba la posibilidad real, según métodos también de su elaboración, de capturarlos y domesticarlos para luego darlos a préstamo por una módica suma. Seguramente, gente asustadiza, bromistas de toda calaña y aún los productores de películas de Holywood requerirían de sus servicios, lo que hacía presuponer que su idea sería un negocio muy rentable. Con ese dinero podría ampliarlo y construir un parque para que los seres corretéen libremente mientras esperan el próximo conchabo, 

-Pero para todo eso preciso un socio, dijo, y pensé en vos.

Hizo entonces silencio, esperando una respuesta entusiasta de mi parte. Pero todo lo que atiné a decir fue,

-¡Vos estás loco! ¡El golpe te dejó más boludo que de costumbre! ¿Y para esto me llamaste? 

Otro largo silencio. Entonces se levantó, mientras yo miraba sus ojos que comenzaban a apagarse, y en tono de resignación me dijo,

-Me doy cuenta, en este plano nunca me entenderás.

Se pasó la mano por el cabello, manchándosela con la sangre aún fresca, y desapareció. Se esfumó frente a mis ojos. 

Entonces tristemente comprendí todo, y en aquella tristeza me consolé con la idea de que, a pesar de la desilusión que le provocó mi respuesta, él siempre tendría compañía. Nunca más estaría solo.

miércoles, 9 de octubre de 2024

La forma en que vivimos

El dueño del lugar maltrata al personal, no se permite el mínimo error. Observando la escena, sus ocasionales visitantes simularán empatía para ocultar el desprecio de fondo. Pero ellos son ellos y nosotros somos nosotros. Y quien va a discutirlo, piensa.

En una oficina el jefe grita a los cuatro vientos, se queja amargamente porque la turba que tiene como empleados no deja su vida en servicio de las ganancias de la empresa. Tipos que se atreven a querer una vida pero no pueden. Con todo lo que deben, piensa.

El politico que vocifera desde su banca, acomoda el discurso a la conveniencia del momento. La conveniencia suya, claro. ¿Problemas? Ya mentirá soluciones el próximo que gane, piensa.

Tristemente todos ellos olvidan que habrán de dejar del mismo modo sus huesos entre los grumos de tierra y los bichos. Son ciegos y sin memoria. Todos. 

No ganarán ni perderán favor alguno ni podrán eludir aquel momento inevitable. Razón de más para tratar, no de vivir en un eterno balance financiero sino de disfrutar las sencillas ganacias de una conciencia en paz. 

La forma en que vivimos hace una diferencia.