Cuando la anciana de mitad de cuadra (digo 'anciana', y seguramente era más joven de lo que soy yo cuando escribo esto), decía, cuando María, la señora mayor que vivía a mitad de cuadra baldeaba la vereda, arrastrando con su escoba el agua hacia el cordón, mi sencillo hilito de agua se convertía en un río impetuoso que empapaba y terminaba deshaciendo mi barquito de papel.
Y ahora que lo pienso, la vida tiene algo de eso.
Tal vez vivir consiste en tomar otro papel, limpito y seco y armarse de nuevo, después de que el río impetuoso vuelva a ser un caudal, uno que permita navegarlo así, como jugando, junto al cordón de la vereda.
Leído en la apertura del programa 634
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