Anoche me llamó Kusturica. En un sueño. Raro, porque hace tiempo que no escucho o veo algo del hombre. Pero sí, me llamó y conversamos en perfecto español.
-Te llamo para sumarte a un proyecto que tengo. ¿Vos, en qué andás?
Mientras hacía memoria de su rostro como para personalizar un poco más la conversación, le conté.
Le hablé de las cosas que hago y otras que inventé en la ocasión. La ocasión del sueño, mejor aclaremos. Y como sucede con todo sueño que se precie, extrapolé nombres y situaciones, y reviví momentos y personas idas, mientras a mi lado mi mujer repetía uno tras otro mis logros, porque me quiere y no sea cosa que me vaya a olvidar de algo.
Por alguna razón me cortó, no sin antes pedirme que lo llame nuevamente. Cosa que hice, para mi desazón: sin abandonar su modo amable, me dijo que iba todo para atrás y eso, nada, queda todo ahí, etcétera.
Qué cosa con esta gente que no resiste un buen sueño. A ver si se atreve con Maradona.
Leído en la apertura del programa 391
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