(Escrito y leído por Silvina Vital.
¡Gracias, Sil!)
Sin decir una palabra me puse otra vez de pie; el horizonte se veía ya barrido de nubes y de todo misterio así que no había excusa para no acercarme a él. Mi silueta en movimiento iba cayendo al suelo pesadamente con los pasos y se oscurecían fugazmente los pastos. Mi lanza apenas hacía sombra. Pensaba en el viento venido de los molinos y me temblaban las ropas. El horizonte cobarde se alejaba con mi marcha pero los molinos valientes –los molinos valientes redoblaban la apuesta y soplaban con más fuerza. Atrás quedaba mi caballo, mi armadura y mis aliados; caminaba yo como un Quijote confundido ahora pero dispuesto a darle batalla al viento. Con las ropas en retirada y los cabellos tirantes hacia atrás me paré más o menos de cara al primer molino, con mi lanza erguida a mi derecha. Cerré los ojos y me aferré a mi lanza. La hondonada de aire fresco entrando en mis pulmones hizo el resto.
Leído en la apertura del programa 210.
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