sábado, 1 de febrero de 2014

Anima mundi

Una larga letanía de precioso detalle
hilvana recuerdos de aquello que fue y ya no será.
Demasiado precioso, me digo,
para tan breve celo por aquellos sueños
que se obstinan en el abandono. 
Yo respiro, tu respiras, todo respira, y sería de necios
negarle entidad a tan ilustre cosa que nos sucede.
Ciclos de una vida que agobia
de tanto negarse a vestir el ropaje
que supo lucir una vez y bruscamente apartó.
Momentos antes de implotar, el cielo que supe tener
me niega las estrellas que brillaron para mí alguna vez.
¿Y qué decirle a la tierra, si está allí desde siempre?
¿Qué reclamarle al ánima, si la certeza es ciega?
¿Por qué iría a caer alguna otra hoja de ese árbol, 
si ya tocaron suelo todas, apenas comenzado el otoño?
¡Ya sabemos que nada las sostiene, es sólo su voluntad!
Pero como todo en esta tierra, también ellas suelen perder.
Yo mismo, por momentos deseo estar y por momentos, partir. 
Y al igual que aquellas hojas, aquellas estrellas,
aquel cielo y aquellas certezas ciegas, 
nada me sostiene, a excepción de mi sola voluntad. 
Pero es otoño, y cada estación seguirá doliendo
si es que la mejor de todas ellas se resiste a llegar.

Leído en la apertura del programa 168

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