viernes, 13 de diciembre de 2013

Cine mudo

Una película muda. Un piano desafinado que salpica notas mal habidas desde el viejo disco de 78 RPM.

La imagen súbitamente se nubla, se oscurece, se acelera y al fin se detiene.

La luz blanca ilumina la pared que ahora se ve sucia, nada puedo hacer. Algún día, cuando tenga tiempo y me venga en ganas, dedicaré mi esmero a quitar esas manchas.

Hay varios rollos desparramados por la habitación. Todos ellos cuentan una historia, muestran algunas caras que desde la pantalla anticipan la furiosa nostalgia del devenir.

Dan ganas de quemarlos, pero lentamente y de a uno. No sea que aquellos fantasmas tomen forma en el humo y sea difícil enfrentarlos a todos, tan nostálgicos como están.

Pero no, me siento nuevamente en el sillón, no sin antes cargar otra cinta, dispuesto a mirar. La música suena otra vez, el gris de tristeza se dispara por entre la luz poderosa y ya nadie puede negar, ni yo mismo, que la vida que se registra abandonando la fragilidad de la memoria ya no es tan bella así, tal como fue.

Apago las luces y dejo una vez más que esos fantasmas de celuloide me nublen la mirada con aquella misma vieja emoción.

Leído en las aperturas de los programas 153 y 446

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