Alguien podría preguntar así, al aire, como hablándole a otros o tal vez a sí mismo,
- ¿De qué sirve amar y desear cuando va de suyo que cualquier atisbo de concreción es esencialmente una distopía, una especie de pesadilla interrumpida bruscamente sólo para entrar en otra pesadilla que se apura a ser soñada, una mala maniobra que nos estrella de frente contra la pasión, aunque la veamos venir?
Yo le respondería,
- Amar y desear son dos verbos que nos ponen a esperar. Si el tiempo y el espacio, ambos, son infinitos, ¿que apuro tenemos?
Entonces haría silencio. La respuesta es simple, ciertamente. Pero yo también tengo tiempo y espacio para esperar.
Leído en las aperturas de los programas 132 y 292
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