sábado, 26 de octubre de 2013

Viaje

Un viaje es el sendero que se transita y es la mirada abrumada por la noción de la marcha, y es también el recodo y el destino aquel que se espera y se sostiene como la tristeza sostiene al huérfano mientras recuerda.

Pero un viaje es por sobre todas las cosas un deseo preñado en la partida, parido a cada paso y creciendo de continuo a la medida del ardor que anticipa el llegar.

Es más que un anhelo, porque con sólo mirarlo se convierte en el regazo en donde duerme una ilusión que al despertar será otra cosa muy diferente, una que completará la medida de la sorpresa que se esconde en el dolor de la partida original.

Y hay sonidos y hay relatos mudos del que sólo ve y hay puertas que se abren y al salir queman o convierten en estatua de sal a quien se vuelve a mirarlas. Porque si algo de ruin tiene la partida -Dios me perdone- es que agota apenas nacida toda rendición posible, porque volver es para los cuerdos. Benditos sean los caminantes que antes de partir se negaron a sopesar su locura, prefiriendo desandarla mientras desandaban también la ruta.

Y basta ya: el viaje, cada viaje es un viaje único. Por eso dejo que la banda toque su música junto al devenir de la palabra justa, aquella que se dice en el exacto momento en el que uno comienza a ser lo que odia no ser. Será que eso es también parte del viaje.

Y el resto, un transcurrir entre la percepción de la nada y la ilusión de eternidad.

Leído en la apertura del programa 150

sábado, 12 de octubre de 2013

Farolitos

Faroles que alumbran el camino de pibes con techo de chapa, corazón de hierro y destino amasado solo en sueños.

Farolitos de luz clara que señalan calles cargadas de hombres y mujeres que patean la vida y de cartoneros con una ilusión a cuestas y de políticos ocupados en empedrar con oro sus propias calles mirando sin ver.

Luces que iluminan con el mismo combustible del Che, de las Madres: deseo, carencia, dolor, el hambre de los demasiados.

La mecha con que se enciende es como un hilo entretejido con sostenidos, bemoles, sentidos y compromiso.

Así alumbran estos Farolitos que iluminan nuestra emisión de Gigantes Gentiles de hoy.

Leído en la apertura del programa 144

jueves, 10 de octubre de 2013

Todos éramos felices

Cuando yo era chico, preadolescente digamos, nos juntábamos con los amigos de siempre, todos los días en la esquina de casa. Cacho era el distraído del grupo y Pablo el peleador. Emilio era el blanco de todas las cargadas porque tenía el cierre del vaquero más claro que el resto del pantalón, de tanto pasarse la mano por ahí. Luis era el más revoltoso: no podía quedarse quieto y estaba siempre corriendo y pateando cosas, además de la pelota de fútbol. Yo era del promedio, nada sobresaliente, sólo me destacaba por tenerle miedo a las alturas. 

Pero todos éramos felices. Eso fue a principios de los ’70. 

Hoy estaríamos complicados: Cacho sería diagnosticado con un Sindrome de Déficit de Atención. Pablo, en cambio, estaría muy adecuadamente definido dentro del modelo del abusador, gracias a una correcta comprensión de la problemática del bullying. Emilio estaría siendo tratado por su Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) mientras que Luis sería convenientemente medicado por su Trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDHA). Yo hubiera ocultado mi acrofobia no subiendo más a los árboles. 

Pero ya nadie sería feliz. Tal vez sólo los terapeutas. 

Esta es una historia imaginaria, pero es un poco la historia de todos nosotros. Todos tuvimos algún Cacho, Pablo, Emilio o Luis de amigo. Pero así están las cosas hoy, no sólo en la esquina del barrio sino también en nuestras escuelas.